La humanidad, es la manifestación más alta de la animalidad y al mismo tiempo, la negación reflexiva de ésta. Es la negación reflexiva y progresiva de la animalidad, la que constituye y crea el ideal, el mundo de las convicciones intelectuales y morales, las ideas. El buen Dios, habría debido advertir lo que iba a suceder; sin embargo se enfureció ridículamente, como hacen los niños cuando se encolerizan y nos maldijo en todas las generaciones del porvenir. ¿Cuándo, cómo y por qué el ser divino, eterno, infinito, decide el salto mortal desesperado? El hombre, animal feroz, primo del gorila, ha partido de la noche profunda del instinto animal, para llegar a la luz del espíritu. ¿Acaso es posible para el hombre revestirse de dignidad procediendo del mono? El cielo religioso no es otra cosa que un milagro donde el hombre, exaltado por la ignorancia, vuelve a encontrar su propia imagen, pero agrandada y trastocada, es decir, divinizada. Siendo Dios la verdad, la justicia, el bien, lo bello, la potencia y la vida, el hombre es la mentira, la iniquidad, el mal, la fealdad, la impotencia y la muerte. Siendo Dios el amo, el hombre es el esclavo.
Hay una categoría de gentes que, si no cree, debe al menos aparentar que cree. Si Dios no existiese, sin duda habría que inventarlo, porque comprenderéis, es preciso una religión para el pueblo como válvula de seguridad y sometimiento. Contra el orden natural y la razón divina, no hay razón humana. Lo que se nos otorga, lo que hay, es lo que es. Tan pronto Dios aparece, el hombre se anula, y cuánto más grande se hace la divinidad, más miserable se vuelve la humanidad. Los más inspirados deben ser escuchados y obedecidos por los menos inspirados. Es el derrumbamiento absoluto del sentido común y de toda razón humana. He ahí el gran mérito del cristianismo: proclamar la humanidad de todos los seres humanos, pero ¿cómo la proclama? En el cielo, para la vida futura, no para la vida presente y real, no sobre la tierra. La ficción de Dios es pues la consagración y la causa intelectual y moral de toda esclavitud sobre la tierra. Sin razón crítica; sin emancipación intelectual, no puede haber revolución moral y social completa.
El materialismo parte de la animalidad para constituir la humanidad; el idealismo parte de la divinidad para constituir la esclavitud y condenar a las masas a una animalidad sin salida. El materialismo niega el libre arbitrio y llega a la constitución de la libertad. El idealismo, en nombre de la dignidad humana, proclama el libre arbitrio y sobre las ruinas de toda libertad funda la autoridad. En toda cuestión hallaréis a los idealistas en flagrante delito mientras al contrario, veréis a los materialistas perseguir y realizar las aspiraciones, los pensamientos más ampliamente ideales.
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