jueves, 1 de septiembre de 2011

En nombre de Dios

Albino Luciani fue, sin lugar a dudas, el mayor apóstol del amor de Dios, y un dechado de fe. Quizá por eso encontró la muerte. La humanidad no volverá a disfrutar de un Papa semejante. Decidido a seguir el mensaje de Jesús, toma el nombre de Juan Pablo I y rechaza la suntuosidad de la coronación papal: “Nosotros no tenemos bienes temporales que intercambiar ni intereses económicos que discutir. Nuestras posibilidades de intervención son específicas, limitadas y de carácter especial. No interfieren con los asuntos puramente temporales, técnicos y políticos, los cuales son materia de los gobiernos de ustedes”. Las élites vaticanas no dan crédito: Juan Pablo I ha apelado a la subsidariedad vaticana en lo económico, y proclama que la Iglesia no debe interferir en los gobiernos del mundo, sino en el corazón de los creyentes. Para colmo, apela a ejercer un apostolado por y para los pobres.
 
 
 
 
Tras su sempiterna sonrisa y gestos entrañables se encuentra un hombre decidido, de convicciones firmes, pero sobretodo de mucha fe. Juan Pablo I ha entrado pisando fuerte: está firmemente convencido de que debe tolerarse un método de anticoncepción a disposición de la feligresía católica (1). No está dispuesto a seguir apoyando al padre James Cheney y al resto de la iglesia católica irlandesa en sus acciones de apoyo al terrorismo del IRA, frente a los anglicanos. Determina que uno de los exponentes de la corrupción, el ultraderechista Cardenal Cody, debe dejar la diócesis de Chicago donde reside. Igualmente está decidido a limpiar el Vaticano, convertido en cueva de mercaderes. Bajo la dirección de Paul Marcinkus, el Banco del Vaticano está envuelto en infinidad de transacciones corruptas y criminales. Marcinkus deberá volver también a Chicago. También se optará por jubilar a sus socios en el crimen: Luigi Mennini, monseñor Donato de Bonis y Pelligrino de Strobel, todos ellos altos ejecutivos del banco. Todos tendrán que abandonar sus puestos de inmediato.
 
 


Juan Pablo I
 
 
Según los términos en los que Pio XII había creado el Banco del Vaticano, las cuentas de la entidad debían limitarse en gran medida a órdenes e institutos religiosos; sin embargo entre ellas se encontraban una amplia variedad de miembros de P2 (la logia masónica italiana) y de familias de la Mafia como los Corleone, Spatola o Inzerillo. También lo integraban miembros de la camorra napolitana. Todos usaban el banco del Vaticano para blanquear las ganancias de sus diversas actividades criminales. La puerta de Santa Ana se había convertido en la vía de los maletines a blanquear, provenientes de las ganancias del narcotráfico. Después de todo, la entidad cobraba una importante comisión adicional, por manejar las cuentas de sus “ciudadanos privilegiados”. El Banco del Vaticano, o Instituto de Obras de Religión, IOR, es el banco del Papa, y todas las ganancias derivadas de esa fuente van a parar a él, para ser usadas como mejor le parezca. Jamás ha sido publicada una sola cuenta que cubra sus operaciones y todos los balances que anualmente declaran los estados, eluden específicamente al IOR.
 
 


Paul Marcinkus
 
 
Juan Pablo I no se amedrentó. Como Anthony Quinn, en “Las sandalias del pescador”, está decidido a seguir el mensaje de Jesús y a lograr una Iglesia que trabaje por y para los pobres. El 28 de septiembre de 1978, termina por firmar sus anunciadas reformas pese a la oposición en pleno de la curia y todo el entorno vaticano, entregándolas en mano a uno de sus "conjurados adversarios", su secretario de Estado, el cardenal Villot, que sin dar crédito no tiene más remedio que recibirlas y darles curso. Esa misma noche, Albino Luciani muere y las mentiras y encubrimientos en torno a su muerte comienzan. Como Estado soberano que no ha reconocido aún los Derechos Humanos, un informe médico proveniente del propio Vaticano, asegura al día siguiente que el Papa (que gozaba de una excelente salud y vitalidad), había sufrido un lamentable infarto. No se consintió autopsia alguna, siendo enterrado de inmediato.



Las reformas de “el Papa de los 33 días” morirían con él y todo el entramado vaticano se mantuvo intocable. El cardenal Baum, de Washington, declaró respecto a su muerte: “es un mensaje del Señor”; Ratzinguer añadió que ello “crea la posibilidad de hacer algo nuevo” mientras el nuevo sucesor,  Wojtyla, rechazó cada uno de los cambios de Juan Pablo I y repuso en sus puestos a todos aquellos hombres del entramado vaticano apartados por Luciani. Marcinkus se vio así en libertad para continuar sus actividades con Roberto Calvi, ayudándolo en particular con el incesante saqueo del Banco Ambrosiano. Con Luciani, mueren también cuestiones tan relevantes como la disciplina en el interior de la iglesia, la evangelización, el ecumenismo, la colegialidad, la paz mundial y las finanzas eclesiásticas.
 




Marcinkus con Juan Pablo II


 
En cierto modo, el intento de reforma de Juan Pablo I no cayó en saco roto. El 17 de noviembre termina la inspección del Banco de Italia respecto al Ambrosiano, el popular “banco de los curas”. Si el juez Alessandrini, honesto e incorruptible, actúa como es de esperar, Calvi estará terminado y tanto el obispo Marcinkus, como las actividades criminales del Banco del Vaticano quedarán al descubierto, incluso bajo la poderosa protección de Wojtyla. No podrá ser. Alessandrini, el “Garzón italiano”, vuela por los aires dentro de su coche. Ambrosoli, el joven y valiente abogado del estado que se atreve a recoger el guante, muere acribillado. El director del Departamento de Investigación Criminal de Palermo, Boris Giuliano y el teniente coronel Antonio Varisco les siguen. Todo aquel dispuesto a arrojar luz, sobre la trama vaticana es muerto hasta acallar toda voz.
 




Wojtyla con Walesa


 
Paul Marcinkus era alto, rubio, de buena planta; no debía resultar fácil conciliar el sueño habiendo defraudado en los negocios a Marcinkus. Las tensiones financieras volverán pronto a aflorar. Roberto Calvi ha estado malversando miles y miles de millones provenientes del fondo del Ambrosiano, para destinarlos, entre otras cosas, a Solidaridad, el sindicato polaco de Lech Walesa, encargado de hacer reventar al bloque comunista desde dentro. Calvi, incapaz de cubrir el agujero, viéndose en prisión y temeroso de ser abandonado por el Vaticano, amenaza a Marcinkus con desvelar al mundo que sus desvíos obedecen a intereses de alta política entre la CIA y la Santa Sede contra el telón de acero. Tras aquel ultimátum, el Támesis amanece con el cadaver de Roberto Calvi, ahorcado en el puente de Londres.
 
 
 
 
Juan Pablo II, "el Papa que acabó con el comunismo", ejercerá el resto de su pontificado, consumada la desaparición del telón de acero. Junto a otras andanzas, ligadas a las siniestras dictaduras latinoamericanas, (El poder y la Gloria/David Yallop) dos sombras más perseguirán al carismático Papa: negarle el auxilio a Oscar Romero (2), acribillado a balazos por las milicias ultraderechistas en plena misa y su conocimiento desde 1994, de las acusaciones de pederastia respecto a su buen amigo Marcial Maciel, que el Papa encubrirá hasta su muerte. Su etapa, marcada por la represión de los teólogos progresistas, la restauración del modelo anterior al Concilio Vaticano II y una visión de la Iglesia cada vez más alejada del mundo, queda compensada por el amor incondicional recibido desde su fecunda misión evangélica, pastoral y viajera. El eminente teólogo Hans Küng junto con otras 50 firmas relevantes, ha mostrado su radical postura contraria a la beatificación, pidiendo precisamente la de Oscar Romero, estancada en los despachos vaticanos. Redes Cristianas junto a otros institutos partidarios de acercar la Iglesia a su grey, se han mostrado también en contra.



La hermana Marie Simon no conoció en vida a Juan Pablo II, pero unas oraciones dedicadas a su persona antes de acostarse, hicieron que un día se levantara “sin parkinson”. Tres médicos fueron expresamente elegidos por el mismo Vaticano y aún así, uno de ellos se negó a confirmar el supuesto milagro, alegando contrariado que jamás a Marie se le había diagnosticado Parkinson antes, ni lo padecía. Todo ha sido resuelto y el médico discrepante ha comprendido su error. Hoy, 1 de mayo de 2011, la Iglesia santifica a su nuevo beato, Juan Pablo II,  mientras ignora a Juan Pablo I, apartado en nombre de Dios.








Sutil portada de LV en referencia a la "muerte" de Juan Pablo I.


 


(1). La Biblia ordena casarse al sacerdote; (Lev.21, 13) como así ocurre en el resto de religiones del mundo. Luciani aboga por anular el celibato o ser piadoso con el impulso natural del hombre. A partir de Trento, la Iglesia comprende que sin posibilidad de herencia, todo el patrimonio de sus ordenados, recae en ella.
(2). Oscar Romero, acude a Roma a pedir auxilio al Papa. Es enero y Wojtyla alega estar muy ocupado. Romero insiste en que le den un lecho; no piensa irse y esperará. En marzo, Wojtyla no tiene más remedio que atenderle: "Santidad, los escuadrones de la muerte, están acribillando al pueblo y mi deber es estar con los bienaventurados". Nada cambia la opinión de Wojtyla, respecto a la teología de la liberación y la política que se ha de seguir en Latinoamerica. Recién llegado de vuelta a El Salvador, Romero paga cara su osadía siendo acribillado en plena misa.


Documentación desde “El poder y la gloria” de David Yallop. Yallop está considerado uno de los mejores escritores de investigación del mundo. De sus obras “En nombre de Dios” y “El poder y la gloria”, se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo siendo traducido a más de 30 idiomas.



 
 

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